viernes, 27 de julio de 2012

RECHAZO DEL OCUPANTE

Por Ángel Jiménez Biurrun
En los años siguientes a la conquista del Reino, cuando llegaba a Olite un destacamento de soldados el Alcalde solía hacer una lista con los vecinos que tenían que hospedar a la “gente de guerra”. Estos alojamientos forzosos no agradaban a muchos paisanos. Unos tenían en casa hijas mozas y otros veían extranjera a la tropa. Para colmo, los mandos elegían a su antojo los lugares donde albergarse y los víveres requisados se pagaban tarde y mal.

Normalmente había sus más y sus menos con esta gente de guerra. En una ocasión, el Alcalde tuvo que sancionar al vecino Pascual Luna porque no quiso atender a más de dos soldados en su casa. Hacía pocos años que los olitenses habían visto cómo los mismos ejércitos desmochaban las murallas de la villa y el convento de San Francisco en la guerra para unir el reino de Navarra al de Castilla.

Los legajos de la época evidencian cómo los militares eran menospreciados. Los naturales los veían con desconfianza. Por ejemplo, en 1564, aproximadamente cuarenta años después de la derrota navarra, la villa todavía andaba revuelta a cuenta de la invasión. Había soldados que no eran del agrado del vecindario. El pueblo temía que el conflicto estallara.

Según una denuncia que se tramitó, siete u ocho mozos del pueblo amparados en la noche atacaron a Pedro del Castillo, secretario de Sancho de Córdova, que iba a acompañado del alguacil de infantería Hernando de San Pedro, dándole dos cuchilladas que ocasionaron heridas en la cabeza y la mano del militar al que, además, rompieron la vara de Justicia que llevaba.
El responsable de los guardas, Julián Pérez, mandó prender a dos de Olite, Juan Santesteban (el Mozo) y Lanzarote, pero antes consiguieron huir y encerrarse en la iglesia de San Francisco. De ésta pasaron al convento de San Antón, de dónde fueron sacados a la fuerza y luego encarcelados.

El clero, no obstante, era fiel defensor del fuero que hacía inviolable sus templos. Los frailes de San Francisco y San Antón, celosos de su dignidad, exigieron a los militares que les entregaran a los detenidos porque habían estado bajo protección sagrada y eran ellos los encargados de dar la autorización para el arresto dentro de la iglesia.

El tozudo jefe de los soldados se negó en redondo a devolver los detenidos a los frailes, motivo por el que los responsables de los conventos y los vicarios de Olite dictaron contra él una excomunión. Cada vez que intentaba a acudir a misa, las iglesias del pueblo cerraban sus puertas. Si alguna vez consiguió entrar, el sacerdote oficiante llegó a interrumpir la ceremonia y alegó que no podía seguir porque en el templo había un excomulgado.

El oficial no se arredró. Apeló al obispo de Pamplona y al canónigo Miguel Oronsuspe, natural de Olite. Presentó una queja sobre el trato que recibía del clero local. También denunció al párroco de la iglesia de San Pedro por defender a los detenidos y predicar sermones en este sentido. Además, se oyó decir al vicario que en defensa propia era lícito matar, pero no así en amparo del poder político. Entre otros comentarios, el cura calificó a los soldados acantonados de gente mala y reprobable. Incluso escandalizó a algunos hombres al decir que eran ellos culpables de cuanto ocurría por permitir que sus mujeres visitaran casas ajenas.

Por su parte, el Cabildo de Olite reclamó al militar excomulgado que no “inmolara” más a los detenidos hasta que el obispo y el vicario general se manifestaran sobre el problema. Además, le exhortó nuevamente para que devolviera a la iglesia a los arrestados porque no pertenecía a su jurisdicción.

El responsable de la milicia, que era soldado de carácter fuerte y gozaba de los privilegios del rey, no cedió a la petición de la autoridad religiosa, pero durante el tiempo que estuvo en Olite no pudo entrar nunca a ninguna iglesia del pueblo.



1 comentario:

  1. estupendo trabajo el de Ángel Jimenez. En él demuestra como fue el trato por parte del ejercito ocupante hacia los naturales del Reyno.
    si miraríamos los archivos pueblo a pueblo veríamos muchos ejemplos similares.

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