sábado, 15 de diciembre de 2012

VIAJE A CHILE EN RECUERDO DE TOMÁS CHIVITE

Por Itziar Munarriz

Viajo a Chile con un propósito, visitar a mi querido amigo, primo y hermano Freddy Chivite y a su familia. Freddy es hijo de Tomás Chivite Fernández, el que fuera concejal socialista en Olite en la II República, que una vez acabada la guerra estuvo preso en el campo de refugiados de Gurs en Francia y acabó como pasajero del Winnipeg, el "barco de la esperanza", aquel navío que el poeta y diplomático Pablo Neruda fletó desde la costa gala llevando consigo a mas de 2.000 mil exiliados españoles, 2.000 mil sueños que cruzaron el océano en busca de un futuro que su patria les negó.

    Tomás subió solo al barco. Dejó tras de si a su hermano Sebastián, éste vivo, y a otro, Agustín, fusilado en 1936. Se fue sin nada ... solo el Atlántico por delante. Aquel buque llego hasta Valparaíso, Chile, donde pudo reiniciar una nueva vida. Esta es una historia entre miles. La que a mi me ha tocado de cerca y poco puedo hacer más que recuperarla y traerla hasta aquí, y desde aquí honrar su nombre y su memoria.

     Mi primer día en Santiago de Chile lo ocupamos en visitar el cementerio. Era una hermosa mañana soleada y ahí estaba su tumba, "Tomas Chivite Fernández, 6 de noviembre de 1969", rezaba. Engalanamos el nicho con una bandera republicana. Su hijo colocó unos claveles rojos con un puñado de tierra llevada desde Olite. Sonó un aurresku y la Internacional. Fue un momento emotivo y se escapó alguna lágrima.

      Marchamos después a casa de Teresa Campos, la joven que compartió la vida de Tomás. Cumplió 96 años esos días. La obsequié con un pañuelico de fiestas. Se retrató contenta y me mandó saludos para la familia de Olite. ¡Gracias Teresa! 

         Al día siguiente Freddy me llevó hasta la Costa. El Pacífico me enamoró. Tenía un azul intenso y unas enormes olas que hipnotizaban,  un océano que cautivó a Neruda y al lado del cual levantó su casa en Isla Negra... Un lugar mágico, con paredes que guardaban colecciones maravillosas de objetos que su dueño recopiló por el mundo. Mascarones de proa de viejos barcos desafiaban al visitante.

         De pronto, llamó mi atención una  placa situada en un muro exterior. Me acerqué. Era un recuerdo dedicado a Neruda por "los españoles del Winnipeg". En la inscripción estaban grabadas las hermosas palabras del premio Nobel de literatura: “Todos fueron entrando al barco... Mi poesía en su lucha había logrado encontrarles patria, y me sentí orgulloso".

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