viernes, 12 de abril de 2013

NOTICIAS DEL EXILIO, AL FILO DE LA FECHA DEL 14 DE ABRIL

El paseíllo de políticos ante el juez sospechosos de corrupción, el desprestigio del sistema de partidos que se turnan para que los mismos perros renueven solo los collares o una corona sin brillo y en agonía son síntomas de hoy, que se parecen mucho a algunos que se vivieron ayer en un pasado que cumple 82 años. Resulta interesante contrastar impresiones con viejos republicanos que tuvieron que exiliarse y mantienen el corazón caliente cuando analizan nuestra actualidad.


     Muchos de aquellos navarros, que fueron más de los que nos parece, han muerto pero sus hijos y nietos nos ven vía satélite en los informativos de televisión, siguen por Internet nuestras páginas web o mantienen contacto con los parientes que quedaron en el pueblo. Se ha hablado con intensidad de los más de 3.000 republicanos asesinados en Navarra tras el golpe que ideó Emilio Mola, pero escasamente de los que tuvieron que poner tierra por medio para salvar la piel. Silencio y pocos datos para los aproximadamente 1.500 paisanos que lucharon en las filas del Ejército republicano o de los alrededor de 500 refugiados navarros que tras la guerra estaban censados en el sur del estado francés, desde Baiona a Toulouse... (Ver más)


     Precisamente en esta última ciudad recaló una de las principales figuras del exilio foral, Julia Álvarez Resano (Villafranca 1903-México 1948), de la que este año se cumple el 110 aniversario de su nacimiento, como recuerda por teléfono María Egea, su sobrina que vive en París (¿No hay ningún político/a que haya meditado un homenaje a la primera diputada navarra en Madrid?). “Tenían que poner el nombre de mi tía a una escuela”, dice quien salió de Cartagena con 4 años, recaló en barco en Orán, sobrevivió difícilmente en Argelia y, al final, llegó a la capital francesa para ejercer como maestra. Igual que Julia, su tía navarra, casada con Amancio Muñoz Zafra, un sastre cartagenero que fue alcalde y diputado socialista, como lo fue también la de Villafranca. Una pareja de recién casados, ambos del mismo partido, que pisaban la moqueta del Congreso unidos de la manita y que el mismo Manuel Azaña, con su ácido humor, llamaba los “reyes católicos” porque eran inseparables.

    Si la villafranquesa Julia Álvarez había llegado a Madrid (una de las cinco mujeres con acta de diputada) fue porque antes, en su pueblo, había ejercido como maestra. Después se hizo abogada, fue candidata socialista por Navarra y Gipuzkoa, pasó a trabajar en la capital de España y allí consiguió entrar en la Cámara Baja a la par que su Amancio. También, ya durante la guerra, la República la nombró primera mujer gobernadora civil, en este caso por Ciudad Real, y alto cargo en los tribunales de justicia. Llegó exiliada a Toulouse, como directora del periódico El Socialista, y terminó purgada por sus enemigos dentro de un partido que la expulsó y rehabilitó 60 años después de muerta.

     El tudelano Fermín Pérez-Nievas escribió en 2007 un libro magnífico sobre su vida, “Julia Álvarez Resano. Memoria de una socialista navarra (1903-1948)”, una biografía tan excepcional como la que la misma editorial Pamiela dedicó a otros grandes republicanos navarros olvidados, como Jesús Monzón, Rufino García Larrache o Ramón Bengaray. Gente que hoy no es ni polvo en una tierra que todavía mantiene en Pamplona plazas con títulos de los ministros de Justicia que más sentencias de muerte firmaron en la dictadura militar de Francisco Franco.

     “Mi madre fue a México a visitar el cementerio de Julia. La tumba estaba en condiciones lamentables. Murió con solo 44 años. Antes de irse de Francia la detuvieron los alemanes y la llevaron a un campo del que salió cuando terminó la guerra mundial”, añade la sobrina de la primera diputada, feminista adelantada y agitadora social que compartió mitin en la plaza de toros de la Ventas con la mítica Dolores Ibárruri, la “Pasionaria”.

  
    “No sabía que hubiera un libro dedicado a mi tía”, dice con acento gabacho María Egea. “Mándame alguno para mi y mis hijos”, pide con voz dulce quien halló la huella de Julia gracias a Internet y al rastro de otro exiliado, esta vez de Olite, que terminó sus días en Santiago de Chile, el también primer teniente de alcalde socialista Tomás Chivite Fernández. La historia de Chivite y cómo la abogada Álvarez consiguió sacarlo de la cárcel de Tafalla fue el hilo que le condujo a saber más de su tía... (Ver más). Lo mismo que a Freddy Chivite, hijo del exiliado olitense que salió del campo de concentración de Gurs gracias a un barco que fletó lleno de refugiados el cónsul honorario de Chile en Francia, un diplomático y poeta que se llamó Pablo Neruda, y que hoy desde la capital Santiago sigue la actualidad navarra con la intensidad que hace ochenta años vivieron sus ancestros.

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