miércoles, 22 de mayo de 2013

EL ÁLBUM DE PARÍS Y LAS FOTOS DE JULIA ÁLVAREZ

 Hay personas que dejan una huella mágica en el tiempo, aunque en un lejano cementerio mexicano no quede de ellas ya ni mota de polvo. Gozaron en vida de una personalidad tan fuerte que todavía trasciende 65 años después de su muerte en el exilio republicano. Cuando se cumple 110 años de su nacimiento en la localidad de Villafranca, y a pesar de lo injusta que ha sido la historia con ella, Julia Álvarez Resano regresa con sus fotos debajo del brazo para recordar que no se puede borrar del mapa a la primera mujer navarra diputada en las Cortes españolas, a la ejemplar maestra de pueblo, la abogada defensora de braceros, la también primera gobernadora civil del Estado (Ciudad Real), la jueza en tribunales de guerra, la directora del periódico “El Socialista”, la esclarecida feminista, la purgada en su propio partido, la refugiada en México ... la Julia de la que casi no había imágenes y que, milagrosamente, vuelve ahora en forma de álbum de fotos que llega desde París.

          Cuando el periodista Fermín Pérez-Nievas quiso ilustrar la única biografía que hay escrita sobre nuestra protagonista (“Julia Álvarez Resano. Memoria de una socialista navarra. Villafranca 1903-México 1948”. Pamiela 2008) acudió al centro documental de la guerra civil que está en Salamanca y pensó hallar solo unos folios sobre su figura. Craso error. Pérez-Nievas tuvo que sumergirse en nada más y nada menos que once cajas de papeles que daban cuenta del rastro de una mujer que en 1936 se codeaba en mítines con la mítica Pasionaria.

          Precisamente una Julia Álvarez puño en alto en un acto electoral que rebosó la madrileña plaza de toros de las Ventas es una de las pocas imágenes que el escritor halló para adornar un libro con una protagonista tachada de la historia oficial, pero no de corazones de decenas de personas que aportaban testimonios, aunque pocos documentos gráficos de la época.

          El paso de los años ha venido ahora a llenar ese hueco y, prácticamente en pocos meses, el rostro afable y redondo de Julia ha vuelto a nuestros tiempos. Como un puzzle de piezas que comienzan a encajar casi al azar, la primera foto rescatada recientemente sitúa a la protagonista en Tudela. La imagen estaba en manos de la familia de Juan Carlos Goyeneche y descubre a la política en un mitin del 1º de Mayo de 1936 en el Teatro Cervantes de la capital ribera. Junto a Álvarez salen militantes socialistas y republicanos, algunos asesinados y otros encarcelados tras el alzamiento militar de Mola. Con Julia Álvarez en el centro, con abrigo claro, se reconoce a José Almoguera, a Aquilino Ochoa, concejal luego fusilado; a "Kizabe" apodo de un tal Toguero, que era camarero del Círculo Mercantil o a Tutor.

          Pero la mayor sorpresa sobre nuevas imágenes de la primera diputada navarra llegó desde París y por Internet. El rastro de un proceso contra el concejal socialista de Olite Tomás Chivite en el que Julia ejerció en 1934 de abogada (Merindad nº 224) fue el detonante para que una sobrina suya, María Egea Muñoz, tomara contacto en Navarra con gente interesada en rehabilitar la figura de Álvarez.

          La madre de María era hermana de Amancio Muñoz de Zafra, también diputado socialista en la Cortes y con quien la paisana se casó, así que la familia había guardado en su exilio parisino unas inéditas fotografías de la pareja que en este reportaje ven la luz. En una de ellas se observa a Julia y Amancio sentados frente a frente en un salón elegantemente decorado y posiblemente de la época en la que ambos pisaban la moqueta del Congreso de los diputados siempre unidos de la mano, motivo por el que, según recogen las memorias de Manuel Azaña, comenzaron a  ser conocidos como los “reyes católicos” entre sus señorías.

          En otras imágenes llegadas de Francia y que ahora vemos por vez primera, la pareja pasea abrazada o se advierte a Julia en una escalinata, como saliendo de una de esas escuelas que a ella tanto le gustaban. En otra aparece Amancio con el birrete de abogado que logró después de ser sastre y alcalde de Cartagena. Entre los recuerdos salvados también hay un recorte del diario “Voz” del 26 de febrero de 1936, con una foto y una entrevista de nuestra pareja. “Por primera vez se sentará un matrimonio en los escaños del Congreso”, anuncia el diario en el que Julia cuanta su llegada a Madrid después de ser candidata socialista por Navarra y Gipuzkoa y, finalmente, conseguir el acta por Madrid en las elecciones que ganó el Frente Popular.

          Quien guardaba en París el álbum, María Egea, relata hoy que “en casa oí hablar mucho de Julia. También tengo correspondencia de la época de nuestro exilio. Cuando mi madre estuvo en México fue a visitar su tumba, que estaba en un estado descuidado. ¡Pobre Julia!”,  manifiesta quien con solo cinco años tuvo que abandonar España tras la guerra, refugiarse en Orán, vivir penosamente en Argelia y, por fin, rehizo su vida en Francia donde ejerció de maestra, como primero habían hecho su madre y también su tía Julia en Villafranca.

          “Tendrían que poner el nombre de Julia a alguna escuela para que los niños supieran quién fue esta mujer tan significativa”, añade María que, según recuerda, su tía fue encarcelada por los nazis hasta que los aliados liberaron Francia y pudo, tras ser expulsada del PSOE, emigrar a México para morir poco después con solo 44 años.

            “Me gustaría contribuir a la rehabilitación de la figura de mi tía. Julia fue una mujer muy inteligente, muy activa y muy generosa. Se anticipó a su época. Como maestra quiso sacar a la juventud de la ignorancia y a las mujeres de su condición de sometidas. En la década de los treinta su forma de pensar y su compromiso social y político escandalizó. Para mí, sin embargo, siempre fue una heroína”, finaliza la sobrina de una mujer singular que ahora nos devuelve un poco el tiempo a través de sus redescubiertas fotografías.


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